TIERRA AJENA


Poseo un cuaderno 
donde escribo mis sentires.
Un lapicero de colores
para cambiar humores.
Una regla, un compás 
unas tijeras, 
óleos y pinceles muy usados...
Y colgando en la  ventana, 
mirando hacia el otro lado
un pájarito enjaulado.

Un dispositivo  
que pendiente de mi vida
registra mi progreso 
en papel cuadriculado. 
Tengo un libro 
que he leído siete veces
y me ha enseñado a descifrar
el misterio de los meses...

Setecientos noventa y dos 
y continuan pasando
demostrando que el final 
viene ligado con mi aliento.
Y mientras más respiro, 
indiscutiblemente 
más se acerca...
Aproximándose victorioso 
en las manijas del tiempo.

Al pasar de los años he aprendido, 
que algunas primaveras
se deshacen en segundos.
Que existe un invierno 
en el que no te calienta un abrigo.
Que el verano sin lluvia 
se hace eterno
y el otoño deshoja tu piel, 
sobre el camino... 
Que los sueños en la vida
son un coma profundo
y cuando al fin abres tus ojos
te queda muy poco de vida 
en este mundo...
¡Que no hay enfermedad peor
que la de estar ciego 
con la ceguera apática del individualismo!

Pero a veces... ¡Humm!
A veces cuando el Caribe 
besa la arena
lo escucha desde lejos 
mi alma de sirena,
que muere cada día, extranjera, 
ansiando el cielo azul celeste 
de mi isla... 
¡En tierra ajena!







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